De acuerdo con la Guía de la Clínica de Mayo sobre la enfermedad de Alzheimer, Peterson R. (2002). La pérdida grave de memoria, la confusión, los cambios de personalidad y la incapacidad de realizar tareas de rutina se conocen de manera colectiva como demencia (p.9). Aunque la demencia puede estar asociada con el envejecimiento, no es parte normal de éste (p.10). En las demencias, de manera irreversible y progresiva se van dando cambios cerebrales que afectan las capacidades intelectuales y sociales de las personas para realizar labores cotidianas. El Alzheimer es la más común de las demencias.

 

El diagnóstico de las demencias no es fácil, por eso es muy importante una valoración interdisciplinaria (Neurólogo, psiquiatra, geriatra y neuropsicólogo) que pueda determinar en un 99% de probabilidades que la persona tiene Demencia. El 100% solo se determina con la autopsia.

Cuando hay pérdida de memoria persistente, la persona se vuelve más olvidadiza de lo normal, puede tener alteraciones del lenguaje, no encuentra la palabra o la emplea erróneamente, no disfruta la lectura, ni la televisión, se puede afectar su caligrafía y su marcha se desubica en lugares antes conocidos o familiares, hay cambios de estados de ánimo y dificultad para realizar tareas que antes hacía con facilidad. En todo caso lo mejor es consultar al neurólogo.

Como no hay una prueba diagnóstica única, hay que realizar una serie de exámenes médicos, historia clínica familiar, resonancia cerebral y hacer una evaluación de neuropsicológica entre otros.

Inicialmente se debe recurrir a un neurólogo, que lo orientará en los pasos a seguir.

No hasta el momento, existen medicinas y tratamientos no farmacológicos que permiten retardar los síntomas y mejorar la calidad de vida para el paciente.

El curso de la enfermedad puede tomar de 2 a 20 años después de la aparición de los primeros síntomas.

El tratamiento farmacológico que le recomiende su médico o especialista y el no farmacológico como la estimulación cognitiva que consiste en hacerle ejercicios al paciente para ayudarlo a mantener la autonomía, mejorar la calidad de vida para lentificar su deterioro.

No es conveniente que conduzca cuando ya hay un diagnóstico, es peligroso. El cuidador debe emplear un proceso especial y sencillo para hacerlo desistir de conducir. Asesórese de cómo puede hacerlo respetándolo sin agredirlo o forzarlo.

Solo la familia cercana podrá tomar esta difícil decisión, considerando varios factores: económicos, emocionales, cuidados especiales y etapa de la enfermedad en que se encuentra.

Hasta que él o ella pueda ejecutar simples tareas y no resulte un peligro para sí mismo o para los demás.

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